Reportaje Especial:Copenhague |
Tanto yo como las personas en mis alrededores deseamos desde luego vivir en un ambiente más limpio, más fresco y con menos calamidades climáticas y pagar por esto los precios susceptibles de ser soportados. Pero lo que me resulta desconcertado es: ¿Cómo se comparten estos precios entre los 6.000 millones de habitantes de la Tierra? Ante las enormes diferencias en el modo de vida de los países desarrollados y los en vías de desarrollo, ¿acaso el de los países pobres debe ser suyo para siempre y el de los ricos será suyo propio, heredado de generación en generación al igual que bajo el sistema hereditario? Si fuera así, ¿dónde estaría la fuerza motriz de nuestra lucha por el futuro?
He recorrido algunas zonas pobres del Suroeste y Noroeste de China, en donde algunas personas viven aún en condiciones bastante difíciles e incluso luchan por vestirse bien y comer lo suficiente. Pero su ambiente de vida ya ha sido afectado por el calentamiento climático: tiempos peores, vientos y arenas más violentos, y desastres naturales más frecuentes. Ellos se devoran el fruto amargo del veloz desarrollo del mundo y, en cambio, muchos de los que han creado este fruto amargo y sus generaciones posteriores viven una vida feliz en lugares a miles de kilómetros. Ellos dicen “hasta aquí” a las personas tardías en el desarrollo, sólo porque en este mundo no cabe tanta felicidad.
“¡Hasta aquí!”—siendo un aldeano que entró hace poco en la ciudad, yo no podría decir estas palabras pues me remorderían la conciencia. No tengo derecho a demandar a mis paisanos sostener con su propio atraso la felicidad ajena, precisamente como yo no tengo derecho a demandar a todos los ricos abandonar sus casas quintas y dejar de usar sus autos. Lo que yo puedo hacer es apagar la luz en el momento de salir, usar aparatos ahorradores de energía, usar un poco menos de agua para bañarme, llevar trajes sencillos…llevar una vida sencilla pero agradable.
Afortunadamente, en mis alrededores cada vez más personas se han incorporado a estas filas. Ellas no sólo buscan por sí un modo de vida sano y ecológico, sino que van por propia iniciativa a las zonas pobres para generalizar el uso de gas metano y energía solar, a las zonas secas para ayudar en la transformación de la tradicional estructura de cultivo, a las zonas afectadas por avalanchas de lodo y piedra y por desprendimientos de tierras para ayudar a transformar los campos escalonados y ayudar a los lugareños a enfrentar el cambio climático. Y, más aún, algunas personas se han incorporado a organizaciones populares de protección ambiental para supervisar las emisiones de las empresas, perfeccionar las planificaciones urbanas y salvaguardar los derechos e intereses ambientales de las masas. Los nuevos términos como bajo carbono, reducción de carbono y huellas de carbono se vuelven cada vez más familiarizados para nosotros los chinos.
“No es que hayamos heredado de los antepasados la Tierra, sino que hemos pedido prestada la Tierra de nuestros hijos y nietos.” Todos y cada uno de nosotros nos responsabilizamos con nuestras acciones por el mundo y por nuestros hijos y nietos. Todo esfuerzo que hagamos nosotros será retribuido en un futuro no lejano y, aún después de que abandonemos este mundo, dejaremos nuestras profundas huellas.
La Conferencia de Copenhague tiene como propósito luchar por el futuro de la Humanidad, en lugar de disputarse por el poder y el lucro. Que los países desarrollados muestren su sinceridad ayudando en fondos y tecnología a los países en vías de desarrollo a ahorrar energía y reducir emisiones; que los países en vías de desarrollo hagan todo lo que puedan para no recorrer de nuevo el viejo camino de los países desarrollados: He aquí la comprensión de la lucha común por enfrentar el calentamiento global que tengo yo, un ciudadano chino común, y también lo que espero de esta Conferencia.
Editor:Duan Hongyun | Fuente:Pueblo en Línea